El living estaba más desordenado de lo que alguna vez había estado. Botellas de vino, champagne y cerveza barata rodeaban la mesa ratona ubicada en medio del departamento. Los dos jóvenes reían sin sentido, entrelazados, presos del nivel de alcohol que circulaba por sus venas.

Kurt Hummel se sentía mareado, ridículo y quizás más valiente de lo que se había sentido en toda su vida. Era este el momento de hacerlo. Un beso. Lo necesitaba. Después de meses de agonía muriendo por dentro cada vez que él le sonreía, cada vez que él lo abrazaba. Su vida se había transformado en una pequeña película francesa agridulce, llena de vacíos. Llena de ‘Qué hubiese pasado si.... Llena de momentos con él sin él.

Se sujetó del respaldo del sillón, tambaleándose apenas, enlazó los brazos al cuello del otro y  acercó sus labios a los del joven que tenía acurrucado al lado. Kurt vio la sorpresa que los ojos color miel le devolvían. Y antes de poder procesar lo que estaba haciendo, se vio atrapado en un beso. Su rostro fue sujetado por una mano al igual que su cabeza. El beso era urgente y desesperado. Era la realización de como él se sentía por dentro. Sabia a alcohol, pero también sabia a él; dulce e inalcanzable. Fue corto pero eterno. Fue el tipo de contacto que queda haciendo eco en un rincón de la mente, para revivirlo cuando se sabe que nunca más existirá otro momento así. El otro joven sólo sonrió. Dejó caer sus manos del rostro de Kurt y en su lugar sujetó una pequeña botella de cerveza, a la que le dio un pequeño sorbo.

En los cuentos de hadas después del primer beso entre la princesa y el príncipe, el rumbo de la historia tomaba un camino diferente. La vida ya no es difícil, el sol brilla más, un halo de alegría cubre la existencia. Un beso es el momento en donde ambos se dan cuenta de que son el uno para el otro, el momento donde se unen y se encuentran para siempre.  Pero esto no era un cuento de hadas. Esta era la vida de Kurt Hummel. Y en su vida nunca hubo espacio para el ‘Erase una vez... en el romance.

Levantó la vista buscando a los ojos oscuros, como esperando que su mirada le diga algo que sus labios callaban. Los encontró fijos en el televisor, como estuvieron minutos antes. Desinteresados e inmutables. Un beso sólo era un beso. Podrían culpar al alcohol mañana.

Kurt se tragó las lágrimas esa noche.